Lasiesta derrama su gordura de verano sobre la casa y una brisadesaliñada mece la copa de los árboles. Retazos de sol se filtran porlas persianas entornadas dibujando sombras inquietas en las paredes.
Lamujer, dispersa sobre la cama, se abanica en un intento vano porbeberse el aire apenas fresco. El calor se desprende dulzón de lassábanas estrujadas a sus pies. Las sombras acechan, ... Continuar leyendo