TRES MUSAS
Allápor 1938 estuvieron juntas en Montevideo en un homenaje memorable. Las unía elmismo universo de palabras por el cual recolectaron aplausos y críticasadversas. Admiradas en la magnificencia de sus poemas y señaladas con el dedopor su lucha tenaz a favor del reconocimiento de la mujer, lograron que elmundo prestara oídos a una América desconocida.
Cualquieraque caminara por la avenida Luro, entre Mitre e Irigoyen, podía verlasresplandecientes en su blancura y emocionarse ante sus versos. Pero aquellosque veneraron sus metáforas fueron mutando hacia destinos literarios másobjetivos y menos íntimos. Ahora casi nadie les presta la más mínima atención,salvo algunos jóvenes que, a modo de burla, realizaron pintadas agraviantessobre sus rostros.
Undía desaparecieron las placas de bronce como una forma cruel de acallar susvoces y sumirlas en un grotesco anonimato. Ellas soportaron la indiferencia pública hasta darse cuenta de que la sorderahumana era irreversible. Por eso decidieron con valentía abandonar su lugar enla plaza.
Laprimera en irse por propia voluntad fue Alfonsina. Sabía cómo hacerlo ya queera la segunda vez en tomar ese tipo de decisiones. Al poco tiempo claudicóJuana y se fue tras sus pasos a regañadientes. Aún subsiste Gabriela pero suterquedad no durará mucho tiempo. Una mañana de éstas dejará la arboleda sinque los paseantes de Luro se den por aludidos. Lo más probable es que los jóvenesutilicen los pedestales desnudos para dejar botellas de cerveza vacías. Entoncessí, las habremos perdido para siempre.